Puedo caer
en la más absoluta
e inexplicable tristeza
justo después
de haber acariciado
el cielo.
Ese instante
reservado tan solo
a los dioses
y a los animales
que sueñan.
Pero no hay trauma
ni lamento
que predicar.
El ánimo cíclico,
los pies de barro,
la conciencia
del límite.
Esta asociación
febril.
Tu cuerpo
cósmico.
Las heridas al aire.
Nacimos
para comprender.
Fotografía: Mai Oltra
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