Para mí, la comunión
del cuerpo y de la sangre
es la que no dejamos
de practicar
esos días del mes,
de acuerdo con la luna
u otros designios
inescrutables,
y aunque acontezcan
súbitos cambios
de humor.
Acercarnos también,
reverentes
con los ciclos naturales,
porque en los labios
arde el devenir
de nuestro ser
en volátil potencia.
Fotografía: Mai Oltra
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