Leíamos debajo de los tilos que florecen en junio
y perfuman el aire seco y a veces templado al erizarse
sobre el agua de la piscina.
Leíamos los pliegues y secretos de nuestra piel
definiendo un territorio común y una memoria del futuro
no obstante las líneas marcadas por los elásticos
del bañador.
Leíamos con perplejidad los bucles en los que se enroscan
las masas de cuerpos en los vestuarios y las taquillas,
los átomos que rehuyen la clarividencia de las cosas,
las cosas que no soportarían una mudanza por mucho
que nos hayamos elegido aquí y ahora.
Leíamos un mar frío del norte donde inscribir
el desorden natural, las palabras saladas que iluminan
una exposición de estrellas ancianas, las noches
cortas del solsticio, los labios húmedos
y certeros.
Fotografía: Ash Thayer
0 comentarios