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ateo poeta

 

Leíamos debajo de los tilos que florecen en junio

y perfuman el aire seco y a veces templado al erizarse

sobre el agua de la piscina.

 

Leíamos los pliegues y secretos de nuestra piel

definiendo un territorio común y una memoria del futuro

no obstante las líneas marcadas por los elásticos

del bañador.

 

Leíamos con perplejidad los bucles en los que se enroscan

las masas de cuerpos en los vestuarios y las taquillas,

los átomos que rehuyen la clarividencia de las cosas,

las cosas que no soportarían una mudanza por mucho

que nos hayamos elegido aquí y ahora.

 

Leíamos un mar frío del norte donde inscribir

el desorden natural, las palabras saladas que iluminan

una exposición de estrellas ancianas, las noches

cortas del solsticio, los labios húmedos

y certeros.

 

 

Fotografía: Ash Thayer

 

 

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