La devastación es sistemática, regular,
omnipresente.
Lo que ocurre es que llega por oleadas.
Anega de pronto. Nadie la llama
ni la desea recordar.
La mayoría tuerce el gesto.
Puede ser ingénua la pretensión de prevenirla
o simple temeridad si señalo cómo se esparce
por todas las direcciones.
¿Quién te va a creer y aceptar entre ellos?
La condena será expedita si encima
nombras a los culpables. Destierro.
Neutralización fulminante.
¿Quién eres tú? Ya veremos más adelante
o nunca o sin hacer mucho ruido.
Nubosidad. Cirugía histórica.
No hay átomo humano que trascienda.
Que la aflicción de los muertos no cese
jamás.
Solo la ebriedad del olvido nos permite
degustar las vanas esperanzas.
Fotografía: Iwase Yoshiyuki
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