Blogia

ateo poeta

 

Mi país posee un gran atractivo turístico.

¡Alabado, sí, bendito sea!

 

¿Quién no ha visitado la Sagrada Familia en Barcelona?

Gente de segunda clase. ¡Herejes!

 

El catalán y otras diferencias intramuros confundirían

al más cuerdo diplomático de las Naciones Unidas.

 

Mi país contiene países y rincones hasta el infinito

de tal modo que apenas despuntan

bajo el fulgor dorado del sol y playa

hasta enrojecer.

 

Por no hablar de los trapos sucios que lavamos

en el patio trasero de la política. Guerras sucias

y comisiones. Pero más blanco que nadie,

oiga.

 

Mi país ha batido plusmarcas mundiales, dicen.

 

Y vende paella y dieta mediterránea. Amén

de otros iconos populares.

 

Nada que objetar, salvo lo tedioso que me resulta

tanto humo identitario (por no mencionar

los desbocados fanatismos).

 

Y ha producido genios que envió al exilio

o aplastó debajo de la alfombra inmobiliaria

y de las burbujas financieras.

 

Mi país sobrevive a régimen de deuda, como bien

supervisan las aves rapaces de los mercados.

 

En eso también seguimos la corriente

y asomamos en la cabeza del pelotón.

 

Por eso veo camisetas de los equipos de fútbol

-sublimes negocios de la coreografía de masas-

y de la selección española

aguantando el sudor de cuerpos y razas

por medio mundo.

 

En eso hasta parece ridícula la globalización.

Será por mi procedencia de un lugar invisible

y de las nubes de mosquitos donde el azar

le puso puntos

a mis íes.

 

A mí me gusta volver a mi país, claro.

Aunque también echo de menos

un país distinto.

 

 

Fotografía: Benoit Courti

 

 

 

Instrucciones para seguir:

a- Recordar el futuro. No tan distinto,

pero qué pozo de deseos.

b- Masticar lo dulce y lo jugoso como si fuesen

una excepción. Libaciones también.

c- Sal marina adobando la piel hidratada y tersa

y el verano y la luz como argumentos

principales del discurso.

 

 

Fotografía: Benoit Courti

 

 

 

 

 

Tan caro un silencio genuino.

 

 

 

Fotografía: Benoit Courti

 

 

 

 

 

Palabras viejas

(que saben a flores por despuntar)

para oídos

impacientes.

 

 

Fotografía: Benoit Courti

 

 

 

 

Que mi voz sea creíble.

Porque así lo pienso.

Porque así vivo.

Por el relámpago.

 

 

Fotografía: Benoit Courti

 

 

 

Poder decirnos cerca.

Escucharnos.

Latir.

La verdad.

 

 

Fotografía: Benoit Courti

 

 

 

¿Qué distingue a un aforismo de un poema breve?

El plano en el que oímos la música.

 

 

Fotografía: Benoit Courti

 

 

 

 

A veces volamos, a veces reptamos.

Somos muy inconformistas.

 

 

Fotografía: Benoit Courti

 

 

 

 

 

 

Podría ser la superposición de capas, planos, puntos

de vista lo que emula las necesidades de la piel.

O es la injusticia ciega, los animales eternos,

las rótulas y los nudillos oxidados, o la severa escasez

de yacimientos de ternura.

 

 

Fotografía: Benoit Courti

 

 

 

Respetar escrupulosamente los deseos solo puede ocurrir

sin artificios ni asépticas precauciones. Los cuerpos hablan

y su conversación es el tronco que da luz a los términos

del contrato. Me explayo en la cercanía. Que nazca un

lenguaje prolífico y longevo. Así te entiendo. Desde una

libertad enraizada, desde la porosidad que se articula

en un relámpago.

 

 

Fotografía: Benoit Courti

 

 

 

 

 

 

 

Unos juguetes rotos. Eso somos. En el mejor

de los casos -cirugías pendientes, alas quebradas.

Muchos cayeron en alguna trinchera. Los frentes

de guerra están por doquier, no los elegimos casi nunca.

El cuerpo se desgastó justo en medio de la plenitud:

quién lo podía predecir. O una mala racha, ya ves.

Solo conozco esas heroicidades domésticas.

Los demás -supervivientes, mudando de piel,

materia frágil. ¿Y por qué esto o algo parecido

apenas perturba las inercias?

 

 

Fotografía: Benoit Courti

 

 

 

Esquejes. De la voz atesorada. Reunir posibles

anomalías de la existencia. Necesito margen,

continuidad. Vectores. Que los dientes del fondo

me ayuden a acceder al umbral.

 

 

Fotografía: Benoit Courti

 

 

 

 

 

 

¿Cuál es mi proyecto, adónde voy, qué quiero conseguir?

Todo tiende a dejar de lado su actualidad, su exceso

de presente. Desechar el envoltorio. No caben imitaciones.

Es preciso recomponer una fórmula adecuada y variable.

Lo que el amor puede: proliferación.

 

 

Fotografía: Benoit Courti

 

 

 

 

Como si los poemas fueran capaces por sí solos

de lo esencial. Disparando con más puntería.

Para qué entretenerse con gestos, descripciones,

la superflua cotidianidad en la que te añoro

por si ahí, tal vez, pudiera nacer algo posible

y fructífero y añadiendo en lugar del sistema

que destruye coágulos e islas.

 

 

Fotografía: Benoit Courti

 

 

 

 

En horizontal, tumbado, me doy cuenta. El tiempo

ahora se entreteje con otros mecanismos. Distribuir,

sofocar, que se desenreden los nudos. La memoria

no es un juicio, más bien asidero. Cada célula y cada

órgano siguen su curso y su esperanza, vulnerables

-yo solo recreo una alianza que persista. Desear

contrapesos al tobogán y su aceleración.

 

 

Fotografía: Benoit Courti

 

 

 

La sintaxis del calendario. En ella fijo las metas

volantes. Me felicito por resistir. Por descender

de acuerdo a las inclinaciones de la brisa. Puntúo

con diligencia: iré con tilde, vendrás pronto del

futuro, entregas y aparte.

 

 

Fotografía: Benoit Courti

 


 

 

 

Este tiempo de inmersión con poco oxígeno,

de guerrilla y emboscadas, de frutos del mar

y líquida belleza. Sincronías que he pretendido.

Subterfugios que dan todo de sí.

 

 

Fotografía: Iwase Yoshiyuki

 

 

 

 

 

El guión resbalaba por pendientes imprevistas.

Los autobuses circulan más rápido el domingo

por la noche y yo debo decir mi cultivo

de esporas. Detrás del número: una sociedad

sexuada. ¿A dónde me aboca la lucidez

de la última hora?

 

 

Fotografía: Iwase Yoshiyuki

 

 

 

 

Los idiomas del mundo ahí fuera no dicen

'amor' ni 'tobillo' ni 'rosa púrpura' ni 'cuenta

bancaria' ni falta que les hace. El largo

acorde bajo la espuma. El anticiclón maduro

que desafía a la autoridad. Escucho la voz

sigilosa del tránsito.

 

 

Fotografía: Iwase Yoshiyuki

 

 

 

 

¿Dónde respira el verbo? ¿En los puntos y aparte?

¿Es el silencio más significativo que una brizna

flotando en la nada? ¿Envejecen más rápido

los huesos que las fibras tupidas de la reflexión?

Cataratas, estanques.

 

 

Fotografía: Iwase Yoshiyuki