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ateo poeta

 

Implacable desprecio por el arte

de la poesía como vómito inane

del imberbe del alma

que inflama su pasión desconsolada

de vecinal nodriza con eólicas voces.

 

Implacable desdén por el que llena

de rotundas palabras, congeladas y crasas,

el embudo vacío.

 

Por el meditador falaz de la nuez foradada,

 

por el que escribe ¡ay! Y se pone peana,

 

por el decimonónico, el pajizo, el superfluo, el obvio,

 

por el que anda aún entre seres y nadas

flatulentos y obscenos,

 

por el tonto tenaz,

 

por el enano,

 

por el viejo poeta que no sabe

suicidarse a tiempo debajo de su mesa,

 

por el confesional,

 

por el patético,

 

por el llamado, en fin, al gran negocio,

 

y por el arte de la poesía ejercido a deshora

como una compraventa de ruidos usados.

 

 

José Angel Valente, El inocente

 

 

 

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