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ateo poeta

Escandinavia

Escandinavia

 

Salgo sobrecogido de contemplar

los soles y pájaros de Max Ernst

y, en las salas contiguas de esos museos

en una isla de Estocolmo,

las cuadrículas sin esquinas

en ángulo recto de Ildefonso Cerdà

-esos nombres propios y tópicos

que se pueden citar, polizones convencionales.

 

Pero no menos que con esos colores parduscos

amarilleando hayas y castaños, degradando

los inmensos verdes y vertiendo sus hojas muertas

en las sendas. O con esos mástiles recios

y envejecidos aguardando el doloroso frío polar

en estos canales tan terapéuticos

para la imaginación y los horizontes poblados.

 

Me abstraigo entre las penumbras de un libro

sobre teorías de la racionalidad –y a quién le importan

las teorías, el ser, el discernir los haces de luz-

mientras recién nacidos y niños risueños

y madres devotas por doquier deambulan

con todo tipo de facilidades a su alcance

para mayor gozo de sus pechos universales.

 

Toda esa belleza –relámpago- me arranca de cuajo

esas pústulas irracionales que azoraban

mi respiración. Supongo que es el ciclo natural:

anhelar, preferir, la inmersión, luego todas esas

inevitables desafecciones, la vida cruda y cruel,

la asfixia, hasta que asciende ufana la lujuria,

de nuevo, la aspiración hasta el último alvéolo,

compartir aun sólo sea una pizca del alma

o de la dicha esquiva a pesar de esa rocosa y severa

intimidad -pero eso es lo de menos: sólo intentamos

sustraernos a ese ritmo de la producción general,

a ese dilapidar el tiempo de la nada.

 

Quién nos puede conocer: hasta la médula,

hasta la materia última y ese cuerpo

que nos empeñamos en obliterar. Nuestro

extraño acompañante. No perderlo. Acariciarlo

como el acto más hermoso. Nunca desgajar

de la memoria estos otoños arrebatadores

de violentos resuellos y gloria impasible.

 

 

 

2 comentarios

ateopoeta -

Afortunadamente, a mí no me cogió el invierno por allí, sino un otoño bestial y arrebatador, con una luz como las mejores que he podido contemplar en la Galicia paraíso que tanto me ha dado. Como sabes, Synnove, no conozco Noruega pero me imagino, por lo que me has contado, que hay muchas concomitancias con su vecina nórdica. Por cierto, fíjate si serán presuntuosos en Estocolmo que los carteles turísticos la presentaban como "capital de Escandinavia". Gracias, en todo caso, por tu compañía lírica en esta excursión a los confines árticos.

Synnøve -

Rememoro sensaciones de Bergen y Oslo, ciudades de Noruega, rinconces de Escandinavia. En esta época del año fría, sombría, apagada, como de ensueño. Esperas que llegue la nieve para que su blancura ilumine el paisaje invernal; incluso, que las luces de Navidad y toda su parafernalia te sacudan la nostalgia de la luz. Por eso las velas, por eso el recogimiento…que pide a gritos la llegada de la Primavera. La Naturaleza, en todas sus formas y colores, protagoniza/protagonizamos una catarsis colectiva, una Sinfonía de puro goce vital