En los labios del agua
“La noche que guardas en la mano, la noche que abres para acariciarme, me cubre como un manto navegable.
Voy hacia ti, lentamente. En la noche, el brillo de tus ojos me conduce. Veo tu rostro en ese sueño. Veo tu sonrisa. Me dices algo que no entiendo. Te ríes. Entonces me lo explicas con las manos, tocándome. Dibujas tu nombre en mi vientre, como un tatuaje, con letras por ti inventadas, que son caricias. Voy hacia ti, con infinita paciencia, como si un inmenso mar entero fuera la medida de este viaje. Voy de la orilla de mi cuerpo al tuyo. Tu sonrisa es mi viento favorable.
La noche en el hueco de tus manos canta como el mar, con furia. Llenas mi espalda con las huellas de un oleaje que entra suave y arañando se retira.”
Alberto Ruy Sánchez, En los labios del agua
Así comienza esta evocadora novela que da vueltas, una y otra vez, sobre el lenguaje del deseo. Con un estilo poético y erótico. Con unos personajes a los que sólo los sueños y la ficción dan sentido. Más allá del viaje apasionado de su narrador, el relato interroga al lector: ¿podrías tú también pertenecer a la casta de Los Sonámbulos, a esa estirpe secreta de quienes se reconocen en la fuerza de su mirada, en su pasión vital? Inténtalo, explora a tus semejantes, ama con delicadeza las complicidades. Confía en las historias amorosas de quienes cultivan la caligrafía árabe. Sumérgete en los oasis que sólo albergan a los animales pacientes. “El amor es un pájaro rebelde.”
“Soñé que me acercaba lentamente a tu boca, venía probándote desde la nuca. Mis labios iban rozando apenas tu piel, los vellos más delgados del cuello, los lóbulos, las mejillas. Y cuando girabas de golpe para atrapar mi boca con la tuya, mordías sólo mi labio de arriba mientras el otro llegaba hasta tu mandíbula. Me ofrecías todos los ángulos pronunciados de tu cara. Me dabas a comer tus pómulos, luego tu barbilla. Entonces decidías mojarme la cara, poco a poco, con la lengua. Mojabas y secabas con la piel de tus mejillas; una y otra vez hacías lo mismo. Luego te apoderaste también de los párpados. Me hacías mirar la humedad de tu boca sobre mis ojos cerrados. Cuando menos me daba cuenta habías pasado de acariciar con tu lengua en círculos mis ojos a hacer lo mismo con mis testículos. Dibujabas de nuevo con la punta de la lengua, a través de la piel, todos mis círculos. Y otra vez me hacías mirar y admirar de placer la humedad sin verla. Todo mi cuerpo era un eco de círculos concéntricos alrededor de tu boca. Yo era una espiral movida por tu lengua.”
Aziz Al Gazali, El sueño de los cuatro círculos
6 comentarios
Synnøve -
Miguel, ¡enhorabuena por tus 3 años, blogero!. Feliz semana estival. Besos,
ateopoeta -
ateopoeta -
Polikarpov: como siempre, un poco brujo, desentrañando los enigmas de lo que vincula, que esas olas también te sean propicias...
el libro comentado como bien dices, forjadora de sueños, nos deja un poco con la miel en los labios cuando aparece Hawa y todo parece desvanecerse como en un sueño, pero supongo que el autor sólo usa ese destino como una treta para que goces durante todo el camino, la vieja sabiduría machadiana...
este cumpleaños es el vuestro por compartir los deselos!!
Una de las forjadoras de sueños -
Celebro que el tuyo actual sirva de resonancia para las hermosas palabras que, sin duda, lo configuran, y lo acreciente " a tu manera".
Un beso y que dure el deleite.
POLIKARPOV -
Que tu amor de ahora, por fin, sea el mar. Yo al menos lo he visto en los ojos de la mujer que amas. En sus ojos y en los tuyos.
maria -