Huye la esencia. ¡Invéntala! O déjala ir, con su rumor.
Sólo hay una esencia, al final, cuando la nada
te absorbe irreversiblemente. Las otras verdades,
interinas, son, no más, los olores de la vida.
El pulso.
El zumbido.
El resplandor.
La única institución, el único fluido.
El olvido níveo de las reglas áureas.
¡Vivir, vivir! Vivir
con síntesis y con muletas. Resistiendo al hielo,
combatiendo a la piedra y a los sentimientos fósiles.
Sólo gozar con la armonía
de lo intenso.
Batir las alas como las aves del litoral.
¡Que el silencio no te pese!
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