Aerodinámica
Saliendo de la ausencia,
a la escucha del silbo y de la flauta
que timbran en tu noche, desbrozando
los segundos restantes de tantas sombras
peregrinas.
Desayuné semillas de amapola y cielos
boreales y azulados
en noches que huían de las noches,
meciendo, agridulces.
El jardín botánico se abría en canal
al paso y a la danza de elefantes mansos,
de la mansedumbre
desempleada. Acristalados
invernaderos albergando los fundamentos
ontológicos de la gracia y
de una lágrima jubilosa, consternada.
El silencio del ser guarecido
al aire libre,
diletante, reverencial hacia el amor
que desvela tu plenitud.
¿Cómo no absorber todo lo que me venía
de ti, el jugo de tus besos, el relieve
de tus deseos volátiles,
el almizcle y el limón arrogándose tus cabellos?
Oliendo tus cabellos como ido.
Como deteniendo la inercia loba
de lo demorado, de invocarte.
No célere.
Con el propósito de divisar
rutas y rutinas entre la emboscadura
y los grillos de la deriva.
Descubrir mi corazón.
Mostrar su posibilidad de sangre y de
melodía, de don, de esencia. Darte
los labios de luz, supremos,
pan de sésamo, alboradas en las que
creer.
Con buena letra y la justa exposición
a las máquinas predecibles,
meditar. Luego beber
el crepúsculo tinto del verano:
tu lascivia, tu liturgia.
Toda festiva nuestra carne y sus
lunares.
Porque sin tu relieve, sin tu océano, no oigo.
Tiritaría en la intemperie. Pero no,
me bañas y me siembras.
Hace cabriolas la vida y renacemos
cada vez.
Sólo las huellas en la nieve pura, ya lo
adivinaste, me indican el camino de vuelta
a tu vuelo y a tu sal, al idioma al que
me adhiero.
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Polikarpov -