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ateo poeta

 

Para ese público reacio

al noble género

de la tratadística,

conviene la versificación

de las más áridas

y escabrosas materias.

 

Señalemos, por hablar

de algo que nos compete,

el objeto de escrutinio

de las ciencias sociales.

 

Por un lado, todo arranca

de disputas con los próceres

de disciplinas adláteres

y primas residentes.

 

Que si la libertad

del individuo está la pobre

menguada por los influjos

de los semejantes.

 

Que si la felicidad

y otros elevados ideales

aterrizan siempre

de forma accidentada.

 

Que si las leyes

y sus transgresiones

deben más a los humanos

arbitrios que a los señuelos

de quien dicta la prosa

o a la ignorante maldad

de quien se ve obligado

a obedecerla.

 

Demarcado el territorio

de las omisiones,

por muchas grietas

que lustren los muros,

cabe añadir el duelo

existencialista:

 

¿Quién puede conocer

a quién si cada sujeto

de conocimiento

es a la vez miembro

de pleno derecho

-juez y parte,

palo y zanahoria,

ojo que observa

al ojo que se sabe

observado-?

 

Esta paradoja fundacional

sigue trayendo de cabeza

a quien no ha cortado

por lo sano: amputando

la controversia

y sembrando hormigón

cual afanado ingeniero.

 

El siguiente capítulo

consiste en afirmar,

en modo sustantivo,

la declaración de intenciones.

 

Fieles a este breviario

consignemos: procédase

a identificar relaciones

de lo más variopintas,

con amigos y enemigos,

con parientes próximos

y lejanos, con jefes y con

subordinados, las que buscan

sexo y consiguen amor

y las que operan a la

inversa, las que ejercen

poder y las que lo

cancelan, las que monologan

y las que conversan,

las que definen

los comportamientos

extravagantes y los más

rutinarios y anodinos,

las que nos obligan

a viajar para poner en

cuestión lo universal

de lo humano

y lo particular de nuestro

nicho como animales de

alto voltaje depredador.

 

Alíñense adecuadamente

con una pizca de sal

y pimienta, al objeto

de apreciar sus matices

y reclamaciones.

 

Consúltese la receta

a la abuela e indáguese

en las viejas historias

para las que nadie nunca

tiene tiempo.

Descúbranse los ingredientes

que hacen ligar a las partes

y lo eventos de ebullición

en virtud de su capacidad

para trastocar el orden

de los objetos.

 

Y vayamos terminando

que también el género

lírico posee unos umbrales

de tolerancia.

No se olviden

de la práctica

y de cada minúsculo acto.

Sigan discutiendo

y deconstruyendo

antes de acometer

la ruta de la seda:

sobre todo, sus propios

intereses y ensoñaciones.

Persistan a la vez

en las raíces de los largos

y frondosos procesos.

Distingan estrategias

fallidas y contradicciones

principales.

La realidad seguirá

su cauce, sin duda, y

presentándose harto

escurridiza.

Y toda nuestra comprensión

apenas, ojalá, que prenda

una chispa y encienda

una mecha.

 

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