Deseo de ser punk
“Algunas cosas duelen y no se pasan. Tendrás treinta y cincuenta años, y una parte de ti seguirá estando triste por los días en que no pudiste ser la reina de una fiesta, o por otros motivos que ahora no sabemos. Y aunque tu novio de ese momento te abrace muy fuerte, notarás que tu pena sigue. Hay una parte donde nunca nos abrazan. Aunque nos quieran muchísimo. Esa parte está ahí, esa pena. Y nadie llega a tocarla nunca. (…) Necesitamos un sitio adonde ir. ¿Cuánto cuesta una casa vacía? Hay millones de casas vacías. Los adolescentes las necesitamos. Una casa para cada cien adolescentes y seguirían sobrando millones de ellas. O un local de los que se alquilan y llevan meses cerrados. Un sitio de todos y de nadie, donde no haya que pagar por estar ni consumir algo ni matricularse en un curso ni entregar un carnet. (…) Si un tipo empieza a contarme algo y me convence, sigo con él aunque su libro tenga quinientas páginas. Cuando lees, alguien está contigo contándote cosas. Y si ese alguien tiene actitud, o por lo menos intenta tenerla, le escuchas. No necesito que me cuenten cosas de ningún otro mundo. Nacer, morirse, la rabia, las cosas buenas, las putadas de este mundo son suficientes. (…) No nos convertiríamos en esos tipos con pinta de universitarios que había por todo el bar. Y además, ni falta que nos hacía. No quiero ser como ellos porque, si lo fuera, a lo mejor terminaba aceptando que esto no está tan mal. A veces es mejor que te empujen, que te pongan el collar de perro. Lo malo era que aunque nos convirtiésemos en otra cosa, daría igual, sería peor pero igual, empezaríamos a trabajar antes o nos iríamos a vivir a una casa okupa o a un pueblo abandonado, o dejaríamos la carrera a medias, o la terminaríamos y tendríamos un empleo de vender cosas por teléfono, o seríamos parados y paradas y deberíamos seguir en casa de nuestros padres aceptando trabajos de una semana o de un mes. Y si nos íbamos a una casa okupa, nos desalojarían y tendríamos que irnos a otra y luego a otra, y acabaríamos quemados, hartos, y ni siquiera seríamos capaces de llevar una cresta con púas para que nadie nos pasara la mano por la cabeza con compasión. (…) Para mí los mejores vídeos de todos son dos de los diez o doce que hay en la prisión de San Quentin. En uno [Johnny Cash] les canta a los presos el tema titulado justo así ’San Quentin’. Los presos están ahí delante, muy cerca, es un escenario que no es más que una pequeña tarima, mientras él va cantando cosas como ’San Quentin I hate every inch of you / San Quentin may you rot and burn in hell / may your walls fall and may I live to tell / San Quentin I hate every inch of you’. San Quentin, odio cada palmo de ti, San Quentin, ojalá te pudras y ardas en el infierno, ojalá tus paredes se vengan abajo y yo aún tenga vida para decir: San Quentin, odio cada palmo de ti. Supongo que me refiero a que una cosa son las canciones, que al fin y al cabo viven en el aire y se extinguen sin dejar huella, y otra cosa es cuando las canciones son verdad, no por lo que puedan ser, sino por lo que son, porque lo que él está diciendo en ese momento no le corresponde a él decirlo sino a esos tipos de película vestidos de azul grisáceo y que para nada son actores sino presos que, cuando Cash se vaya, van a seguir allí dentro durante montones de años.”
Belén Gopegui, Deseo de ser punk
Novela que invierte la lógica clásica de situar los momentos más intensos en el centro de la narración, para desplazarlos a los extremos. No obstante, la autora nos incita a meternos en la piel de una chica adolescente, reflexiva, crítica y con muchas ganas de salir de la normalidad y la alienación que percibe a su alrededor. Por medio de la música con sustancia, de valorar a las personas sinceras y comprometidas con otras personas, y de poner todo en cuarentena, podemos ver cómo germina un bello espíritu irreverente e insumiso. Hay mucha tristeza en el fondo, hastío, dolores sin digerir. A pesar de ello, también emergen destellos de luz, ganas de gritar y de vivir con dignidad, con compañerismo y sin alharacas su presente. En buena medida, hasta parece configurar cómo se van fraguando las ideas y sentimientos de una activista social, política o artística por despuntar. Un relato, en fin, verosímil y conmovedor, quizás con un exceso de referencias “culturales” y con menos aventuras de las que se pueden esperar al principio, pero con una prosa breve, fluida y en primera persona que facilita, en la lectura, vivenciar, o recrear en nuestro pasado adolescente, lo mismo sobre lo que medita la protagonista de la historia.
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