Que me beses con la declinación del glaciar,
que en tus labios esbozados y en tus dientes
en ayuno rebose de alegría la espuma,
que tus caderas invoquen el genio de la
trascendencia, que tu sexo destile fuegos de
artificio, el sabor de la canela, el helado
de limón, la flor de la vainilla, ese fugaz
instante del día al que salpimentas en su justa
medida, que tus piernas se arracimen a las mías
y que sean los tigres del sueño quienes vigilen
al tiempo en su escorrentía.
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