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ateo poeta

 

Ya no me interrogo sobre el destino

de mi escritura, mi verbo nupcial, copulativo,

de ultramar. La respuesta es geológica,

está en el seno de mi volcán blanco,

protesta sulfurosa, exhala su hambre

de cuerpos vírgenes, remueve tus átomos

de lasciva memoria. Escribo desesperado

como si el próximo naipe fuera a aniquilar

la partida. O con los élitros de aquella

sintaxis dulce y espongiforme adherida

a las derrotas de la infancia. Quiero dar a luz

la materia que alimenta, pero ya sólo necesito

desentrañar el níveo amor de las vetas

áridas, la textura alentadora, la fidelidad

a mi arsenal natatorio. Sólo en su destello

me concedo permiso de residencia,

sobrevivo a los accidentes, tiemblo.

 

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