Felicitarnos por nuestra resistencia
a las añejas cantinelas
de la insatisfacción, asir las heroicidades
casi desapercibidas, los mínimos
engranajes del aliento, la ropa tendida,
la voz alegórica y salina de las bocas
nutricias, quién puede
doblegarte, quién puede interpretar
la sangre de tus vísceras, cómo
embaucarnos los sortilegios de sus ríos
de tinta, cómo en los segundos incontables
que distan hasta la perforación
de la bala, hasta el mosquito más torpe
esquivaría los cañonazos del decreto,
como una brizna irreverente
descendiendo las aguas más cristalinas,
así también la disidencia
a los espejismos de metacrilato, la fibra
azul de la alborada que es inmune
a los cuchillos nocturnos,
qué podría anegar un sedimento
tan escéptico, en qué embalsamados
continentes podrían comerciar
su voluntad de servidumbre, rumian
un alpiste de guijarros, su
frenesí de cercados periclitará
como un alud justo de resplandeciente
nieve, nuestras manos envejecerán
tupidas por las herramientas y los cereales,
por la flamígera conspiración
de otras manos púberes, por la tez
bronceada en la fragua de la historia,
cuándo cesará su despliegue de
tanta parafernalia.
Fotografía: Alvaro Minguito
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