Al escuchar los gritos
de pánico alegre
que vienen de esa especie
de tiovivo,
del vértigo de ese pináculo
u obelisco, simple caída libre
en la que entrenan
su miedo al placer
o su placer en el miedo,
parque de atracciones
con aromas glaseados,
ausencia
de verdaderas albercas,
omisión
de las acacias floridas,
esplendorosas ruinas
decorativas,
aullidos
como lechuzas,
escamas de la juventud...
te oigo en mí,
vuelvo a oírte
repercutiendo,
vaporosa, como
cantas
tu certeza,
como el ascenso oblicuo
o la desaparición,
como el diente
en el pecho perdido,
como el gemido
de alegre pánico
y amapolas
y cúrcuma
y el universo estremecido,
y me entretengo
con la memoria salada
de esos restos
de goce
y aspiro toda la luz
que has estado agitando.
Ilustración: Aleka
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