Estoy desnudo
en el catre,
rodeado de telas,
espejos
y descosidos,
la luz respingona
del alba
ha entrado dulce,
erizando
la fantasía, los residuos
de la vida
que se diluye,
el cielo pronostica
un azul absoluto,
cuarenta grados o más,
sólo me queda
la caricia de tu voz,
como una pluma,
de todo lo que hablamos,
es tan aciaga
la telefonía,
prefiero una piragua,
la soledad
de las galaxias,
escribirte versos
como hojas de otoño
y ácidos
lisérgicos,
contemplar lo que
no eres, tu esplendor
indeleble
en todos los gestos,
mi mundo cartón-piedra,
mi no mundo,
lo único
subterráneo
que te puedo ofrecer,
escribirte y tatuarte,
amar el ferrocarril,
añorar
con júbilo
la sed de tus piernas
blancas como cisnes,
perder
y perder el rumbo,
y perder el miedo
y perder el lastre
del futuro,
y provocar serenamente
la colisión,
la mecha,
el jugo de las cerezas,
los insólitos
afectos.
Fotografía: Bruno Bozon
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