un poema de Antonio F. Rodríguez Esteban
me siento aire, dice
ya virado a penumbra, a leve cosa, argamasa
leve de realidad
en lentitud la lengua arroja
virutas del decir
contrafuerte y nunca de quien mira
-para sostener el aún en su nervio vivo, brasa
aunque del fuego no-
se sabe: madura de alegría el fruto oblicuo
interrupción sísmica
en el siendo apenas de las cosas
nada queda o crecen líquenes
manan adverbiales
en hilo espectro
cunde en hueso nana lobo
sabor apenas
se sabe: dulzura aquieta mundo
de la madera, dices, no esperar sino secreto
arrullo de la voz, nervadura
negra de lo vivo
negra madera madre
se sabe: lo percusivo salva, ritmo
basáltico despierta afectos:
un aliento, una imagen: la ternura
exacta de la carne o esta vida
exacta de luz y adentro
lo escrito en el árbol único
sin temblor
sin tacto
sin esplendor geométrico al dictado
me siento aire, dice
y una sonrisa le abre el rostro
en lento enjambre o barro lento
donde apenas desmesura
dulce lumbre ahí
donde apenas
Antonio Francisco Rodríguez Esteban
Fotografía: Marc Ribaud
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