Un día introduciré
en una maletita
la colección
más selecta
de los libros
que siempre
deseo leer
de nuevo.
Ese día
sabré al fin
que no habrá
más carreras
profesionales,
que no importará
si el ordenador
se avería
por gusto
o si sueña
con ovejas
copulando.
Experimentaré
otra vez
cómo el tiempo
languidece
más vivo
que nunca,
sin sobrarle
ni un solo minuto.
Igual que cuando
creíamos,
hace mucho,
en otra edad,
que lo estábamos
perdiendo.
No serán muchos
volúmenes.
El resto
cambiará
de manos
o se consumirá
en la pira.
A mí ya no
me incumbe.
Los diminutivos
es lo que tienen:
que te obligan
a elegir.
Ilustración: Eduardo Úrculo
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