¿Por qué no paro
de imaginarme tórridas
escenas eróticas,
muslos temblando
y labios que instruyen
cómo proseguir,
mientras corrijo
estos soporíferos textos
de estudiantes que desdeñan
los más elementales
signos de puntuación?
Podían facilitarme
un poco las cosas.
Así no hay
quien se concentre.
Fotografía: Henri Cartier-Bresson
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