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ateo poeta

 

Hay temporadas en las que me siento poseído,

embarazado de versos que pugnan por ver la luz,

aun sin mi consentimiento.

 

Ocupan un espacio liminal del cerebro sin atisbo

de vergüenza alguna y no me permiten pensar

si no es para dar caza a las palabras e ideas

que manan de otras bocas.

 

Casi no presto atención al contenido de lo que leo

o de lo que me cuentan pues no puedo librarme

de esa gimnasia mental ahí dentro, lejos,

donde toda la materia es dúctil y susceptible

de acabar en estas cenizas.

 

Mentiría si afirmase que soy del todo inocente

por practicar estas flexiones.

 

¿Qué interés tendría la vida, en todo caso,

sin una pizca de fingimiento?

 

 

Ilustración: Felipe Benítez Reyes

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