Yo no estoy aquí, yo no estoy muerto,
no estoy presenciando la muerte de la noche estrellada.
Yo no bebí la copa de sangre ni desenterré el hacha
de guerra con la motorización del crepúsculo y los legajos
infames.
Yo no les arranqué la piel roja porque yo no estoy aquí
ni soy menos paria.
Yo nunca he estampado mi firma para que las cucarachas
reinen sobre el azufre y éste hiele las pupilas apenas
nacidas al asombro.
Yo no regateo con las migajas de oro que valen el sudor joven
y la belleza prematura como si toda la masa del océano
fuese a la deriva.
Yo no doy fe, no comulgo, no soy nuevo en el resplandor
de los pensamientos de marzo varados en la floristería.
Yo no enjaezo la crin ni oculto los colmillos de piedra.
Yo no estoy arrojando ahora la bola de nieve
ni un desierto de limosna y de agua potable.
Yo aquí soy cómplice por omisión, una rabia sin estribos,
un dolor sabático, una función sin máquina, otra verdad
obsolescente.
Yo viajé a la historia rancia de las manos cansadas
y de las aves depredadoras surcando el infinito.
Yo no poseo, por suerte, ninguna melodía de la resignación.
0 comentarios