Por exclusivas
causas estacionales
todo confluye
-y es admirable-
en esas aves
en celo:
sus cortejos amorosos
con suma facilidad,
la dulce melodía
de sus fraseos
y, encima,
su vuelo alto
y lejano.
Nuestro don,
en cambio,
consiste
en hacerlo todo
mucho más
enrevesado.
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