En medio de la fiesta de pinares
y madroños, en los orificios
calcáreos por donde se escabullían
los lagartos menudos, en la morada
de los racimos sangrantes del saúco,
aludidos por el silbo afinado buscando
su flor, ocultos a las horas puntuales
de las lechuzas insomnes, abatidos
por las caprichosas nubes dando
forma al silencio, y los escarabajos
de negro azabache atravesando
temerarios las sendas de incierto
destino, allí, enfrente del animal
y de la turbia naturaleza, en tanto
que huellas efímeras de un tiempo
indeleble, apenas con la esperanza
del agua dulce y el infinito frescor
de un rayo al alba o vespertino,
en el éxodo del cercado, todo
lo más.
Allí donde olvidar, por unos instantes,
las congregaciones de masas
de furiosos consumidores.
Fotografía: Miguel Martínez
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