Que el deseo, por tratar un asunto
de interés general, solo existe
lúdico y especulativo,
en una maraña
de relámpagos necesarios,
sin objeto definido
-que conste allí donde
sea pertinente-,
reacio a lo único
y asombrado,
en fuga de la ley vil
y del odio, a
contracorriente
como los peces voladores,
fiel a lo que subyace,
en crisis y al borde
del abismo, alegórico
en tanto que amapola
carnívora, por ejemplo,
también de sí mismo depredador,
en revolución permanente
y, por ello, siempre
infructuoso
y, al fin y cabo,
extenuante
y sin el cual, empero,
apenas sabríamos
qué significa vivir.
Fotografía: Julia Zuri
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