Y forjamos los andamios
para remozar la fachada
de la ciudad decadente.
Nos reunimos, somos jardín
y agua subterránea, imposible
medida del enjambre promiscuo,
luces de la nocturnidad.
Nos habían dicho: dejadnos
a nosotros las contingencias.
Y entonces: ¿qué constituiría
nuestro afán en lo menudo?
¿dónde nuestra ambición por
circular libres y dotar de sentido
a la levedad que nos envuelve?
Hasta lo más arraigado, cualquier
señal apuntando a los cimientos,
obliga a un estado de alerta.
A reconocer cómo emerge
de las barricadas el color
del viento que nutre al olvido.
Hasta los árboles son palabras,
hasta el amor escaso parece
denso y abundante como la fruta
dulce en el vergel. Venid,
venid a sembrar, a guareceros,
a las filas de la desilusión.
También el pan y los brazos
y la memoria de los ríos
construirán.
Fotografçía: Jason Eskenazi
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