Hay palabras
que se las lleva el viento.
Y hay palabras
que caen como una losa.
Luego hay palabras
que hacen mucho ruido
y pocas nueces,
del mismo modo
que otras calan
hasta los huesos,
como un chaparrón
vespertino.
Nuestro deber
es el de juzgarlas parcial
y subjetivamente,
de acuerdo
a las circunstancias
de rigor.
De lo contrario,
es muy probable
que nos quedemos
con la miel en los labios.
0 comentarios