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ateo poeta

 

Están en el rostro perfiladas

las grietas, los caudales vacíos

de esperanza, el dolor

intransferible que no mata,

que no liquida de un golpe,

la subjetiva memoria

de las alas y de la sangre,

el ámbar de una piel

sin temor a abrirse paso,

no guarecida,

los ibis en los ojos dulces,

la tristeza termal como

los pueblos famélicos y los

sobrealimentados,

en ese vértigo del que

toda luz emana,

la percusión del tiempo

riguroso y de la resina

un día en lo lejos

y en lo anónimo,

aún por escrutar.

 

 

 

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