Afilo las uñas de las palabras
porque se avecina la escisión irrefutable,
con sus lapsus sintomáticos.
El amor no es la noche sino un ataque al corazón.
Que opera a tumba abierta.
Una luz que florece desnuda mientras
se congregan los locos contentos al cobijo
de un bosque preñado de diamantes.
Entonces alinear los arrestos con las migajas
de una cotidianidad que repele la ausencia.
Zanjar el curso de lo estéril.
Que el agua de lo impensable se transfiera
a la negociación de un permanecer denso.
Fotografía: Irene Cruz
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