Cuando llueve a cántaros
uno espera que cambie
el régimen político
o, al menos, las parcelas
grises de la vida
cotidiana.
Así lo sugerían entre líneas
aquellas canciones
de hace décadas,
pero la crueldad presente
tampoco da tregua.
Por lo único que nos afligimos
cuando llueve a cántaros
es por la estrechez
de las aceras
y los paraguas enredando
la circulación.
Fotografía: Michael Blann
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