Cuando piensas
que ya todo está
perdido,
que las epifanías de ayer
se arrumbarán
sin vuelta
en esas cajas precintadas,
que nadie te besará
en plena declamación,
entre verso
y verso,
y que, encima, nada
de esto se considerará
una cuestión seria
por más savia
que inyecte
en la médula
espinal,
es porque no has picado
en suficientes
anzuelos.
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