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ateo poeta

 

Me ofrecí a posar desnudo

para que dibujasen de mí

lo que desconozco, la sombra

desde sus no menos críticos

puntos de vista.

 

Ya no era joven ni mi piel

tan tersa, ni mis músculos

sobresalientes, los defectos

más acusados, de existir

un canon que ni falta hace.

 

Pasé las horas sin ceder

a los pensamientos eróticos

para darle a mis pliegues

la aceptación del objeto

contemplado, útil, sedente,

para darles el hombre en paz

y el hombre en guerra

que jamás han hallado

armonía.

 

Luego salí a la lluvia

rotunda y poderosa

que me caló por completo

y me uní a los últimos

manifestantes en pie,

movidos por convicciones

que chocan siempre

contra un muro.

 

Los sueños envolvieron

mi garganta dolorida

y recordé cuando

comíamos las cerezas

subidos al árbol.

 

 

Ilustración: Malika Favre

 

 

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