Por el sendero
del embalse
el loco va
riéndose
a carcajada
suelta.
La niebla
en las alturas
lo observa
y lo contiene.
Otros paseantes
caminan
más taciturnos.
El jabalí
apenas se
inmuta
y sigue
husmeando
a ras.
Las aves
madrugadoras
trinan
porque hay
celo o por
presumir
e imperar
en lo frondoso.
Cada vez
que paso
al lado
del loco,
calla.
Después
sus risas
vuelven a
irrumpir
en este
silencio
húmedo.
Hoy no son
tan continuas
ni fogosas.
Creo que
está triste.
Ilustración: Guillermo Martín Bermejo
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