Las máquinas, puntuales, proseguían
con la demolición.
A la misma hora. Me han despertado
violentamente. Porque anoche
leí hasta tarde.
Y porque me tocaba dormir solo,
con la única compañía
de esos seres imaginarios
que pueblan
mis efímeras posesiones.
En mi centro de trabajo
no ha ocurrido un ataque terrorista
masivo.
Los elefantes repostaban agua
turbia pero el orín es más insoportable
en las instalaciones
deportivas del gobierno.
Mis hijos deben pensar
que la poesía no hace justicia.
Tampoco los periódicos
nos dan de comer.
Y sin embargo hay paraísos
frágiles y amenazados
en los confines
de la economía.
¿Por qué esa obsesión
con la tez blanca y paliducha
si el índice de Gini oscila
a velocidad galopante?
Por causa de la madurez
regreso al párrafo primero
para retomar los ejes
del discurso, a saber:
un blanco inmóvil, la nostalgia,
la retórica
de los cumpleaños.
Fotografía: Albarrán Cabrera
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