Me alimento del rubor que inflige
la pálida desnudez, un vacío, la carcasa,
desolación contraria a escribir
un fragmento del mundo.
Torso coronado de azul que arma
la denuncia del dogal al cuello.
Evocan tus labios la serenidad
y construyen un relato con músculo,
habitable, en permanente giro
y trenzado.
Fotografía: Albarrán Cabrera
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