El precio del billete para el tranvía
es barato, un anacronismo.
¡Suban rápido, no se pierdan esta pieza de museo!
Les transportará al estómago insaciable
de las finanzas. Contemplarán sin vacilación
los mensajes luminosos
en las catedrales de oficinas.
No paguen más por menos.
Irán a paso de tortuga pero enseguida
darán alcance
a los artículos más apetecibles,
los chefs y gourmets de talla internacional
una vida en colmenas
y abigarrada
con aire acondicionado.
Y si giran la cabeza en el momento justo,
con un poco de suerte la perspectiva
les brindará
la fragancia caducada
de la bahía Victoria.
Fotografía: Fan Ho
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