Hay muchas maneras
de defenderse.
Que sus abusos de poder
no pasen desapercibidos.
Hacer la colada.
Airear
los chanchullos.
Lástima de paisaje,
armonía y realismo
sucio.
No hay arte
fuera de su época.
Que no tengan escapatoria:
los actos de protocolo
son ideales
para que traguen
sapos.
Que la sal y la ceniza
de sus víctimas
les arruine
las cosechas
y la inversión.
Que no hallen
medicamento eficaz
alguno.
Al igual que administraron
el dolor ajeno
sin la más mínima
sustancia
de compasión circulando
entre sus neuronas.
Y la sátira y el ridículo.
No hay armas
comparables
en materia de salud
pública.
Mi ejercicio
de la libertad no es,
no puede ser
inmune.
Fotografía: Russell Tomlim
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