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ateo poeta

 

Todo individuo

lleva en sí

una caja negra

escondida.

 

En los bolsillos,

como una carta

en la manga,

con la forma

del caramelo

que zarandeamos

de una lado a otro

de la boca.

 

Cuando el individuo

va a la clase

de yoga

y está y no está

junto al resto

de participantes,

la caja negra

sigue haciendo

de las suyas.

 

Si decide ir

a la cancha

de baloncesto,

flanqueada

por altas verjas

disuasorias,

hay algo oscuro

que guía

cada disparo

a la canasta.

 

Si va a correr

solitario

y se sumerge

en la penumbra

de los bosques,

o si mira

hacia el curso fluvial

que le acompaña,

una voz lejana

sigue mascullando

a su aire.

 

Nada se escapa

a las aviesas

intenciones

que se maquinan

en el interior

de la caja negra,

pero el individuo

prefiere no darle

la mayor importancia.

 

 

 

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