Intentamos evitar
la erosión,
el declive,
quedarnos mudos.
Y cuando los hechos
se imponen,
nos esforzamos en creer
que se encenderá
otra llama.
Y, de nuevo,
haremos lo imposible
para que nunca
se extinga.
Esa tozudez, sin duda,
nos mantiene bien
entretenidos.
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