Amo las rutinas
y la introspección,
tanto como la deriva
refrescante
y la escucha fiel a quienes
resuenan en la cavidad
filosófica.
¿Por qué concentrar el amor
en un solo cuerpo
y momento?
¿Quién podría disputarnos ahora
las reglas de nuestro juego
cíclico?
Sé que es difícil repetir
un hogar
de estrellas danzantes,
por muy vulnerables
que sean sus cimientos
no pronunciados.
Y que la edad
avanza por las ramas,
fruto tras fruto,
a través de ese vacío
atmosférico.
Mas nunca podemos regresar
al origen de toda belleza
esquiva.
Tan solo nos es dado
hacerla nacer de nuevo,
beber siempre
de su turbulencia.
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