Hay guirnaldas que alumbran tus sílabas
y hay cerezas en tu paladar cuando indicas con
tu brújula los vestigios y fósiles que pueblan
un abrazo lejano. Hay destellos en el mes del año
que enuncia tu nombre antes de que broten las
crisálidas, antes de que eches a volar, al cabo
de que las tormentas descarguen su sagrado
aguacero sobre los sedientos de locura. Hay
gestos que conspiran en paralelo a los quehaceres
cotidianos, ojos verdes y estriados a los que
un sorbo de belleza les incita al fuego de la
reflexión, a la barricada, a escalar los más
tristes icebergs sin reparar en el inefable
deshielo. Hay herramientas de pan y
portentosas almas desaliñadas que tu voz
icónica sumerge en un piélago próximo a
la justicia y a la velocidad de crucero.
Hay dulzor en tu salitre, oro si rascas en la
oxidación, una promesa escondida bajo el
letargo, amor cuando se descomponen las leyes
de la sintaxis y se quiebran las corazas del miedo
y se derroca al gobierno de espinas y tú esbozas
la felicidad del instante contra las ruinas
del tiempo por venir.
0 comentarios