Después de deambular y empaparme de lo extraño,
de trazar rutas innecesarias sólo para contemplar
el latido de la vida y miradas que me miran, abro
el periódico Página 12, dicen que ya oficialista,
y emerge la foto de Videla esposado, el dictador
(nunca ex-dictador para quien redacta la noticia)
y sus acólitos sanguinarios que rinden cuentas
en un tribunal por el asesinato de un dirigente
montonero.
En las librerías al raso del Parque Rivadavia de
este sábado gélido de mis antípodas, me doy
de bruces con "Interrupciones 2" de Juan Gelman
y busco un lugar donde leerlo, donde los pálidos
rayos de sol me recuerden a julio, donde recrearme
a la vez con esos pibes que juegan al fútbol bajo
las insignias de "lucha" y "paz" que orlan el busto
agigantado de Bolívar:
"qué hicieron de aquel día lleno de tigres suaves
como tu piel/ o nidos locos
donde temblaban tus telitas"
o también (sin dejar de inquietarme sus barras
inclinadas, sus versos queriendo encadenarse):
"contra la muerte que llega contra
los sueños que soñamos/ volvemos a soñar/
atados a la ternura del agua
que manaba de vos/ es decir/
de libertad en libertad va tu cuerpo/
malherido de tiempo/ riachuelito
que no se secó la angustia/ fresco/ alto/"
En el mismo periódico relatan que, ayer, miles o
decenas de miles recorrieron las calles de Madrid,
que clamaban contra las últimas medidas infligidas
por el gobierno contra los más, como si fuesen
semejantes formas de la gangrena, del desierto,
de esa sádica administración de la miseria que
solivianta mis instintos, que erupciona siempre
en mis exilios.
Sería muy cómodo recurrir a la equivalencia
entre dictaduras militares y económicas, entre
esquirlas de tantas modalidades de la violencia,
si no hubiera que hacer balance de los quebrantos,
del dolor macerado, de la inflación de máscaras
y adverbios con que se encubre tanto oprobio
sin contención y nos achica la dulzura de la
mañana.
En realidad, ya no sé si esto es un poema o un
poema político o si sólo me refugié en mi
silencio para invocar tus besos de pueblo, tu
limón de besos, para aprenderte de memoria
porque estás en ese Madrid bullicioso y yo
sumergido en este invierno bonaerense, tomando
un respiro, anhelando, cerrando heridas:
"Quien se limita a contemplar no tiene hambre, no se acuerda de sí, de sus raíces, ha olvidado a su madre, se limita a buscar información. Le pasó lo más terrible: no desea.
El deseo es necesidad de cambiar lo contemplado para mezclarse, darse."
Ilustración: Juan Carlos Mestre
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