Nadie nos enseñó
que había otras formas
de avanzar,
de ir.
Que no es mejor correr
sin tregua.
Que las líneas rectas a lo largo
de una esfera
tienden siempre
a la curvatura.
Que retroceder a tiempo
nos puede proporcionar
un impulso
o la armonía predicada
del paisaje.
Que los entes enamorados
vuelan contra natura.
Y que existen galerías
subterráneas
albergando
un resplandor.
Nadie nos advirtió
de esos otros destinos
flotantes que solo
se atraviesan:
aprender a no llegar
y aceptar la zozobra
como curso
de acción.
Fotografía: Nan Goldin
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