El mundo está plagado
de falacias instrumentales.
No todo -ni la mayoría-
sirve a un propósito.
Si no, que se lo pregunten,
-si se dejasen-
a esa inmensidad
de aguas y árboles
que preceden
a nuestros juegos
de palabras.
No se conformaron,
desde luego,
para satisfacernos.
Osadía es la proyección
de lo útil al universo que es,
ante todo, y que echa raíces
y resplandece
sin complejos.
Si nos sirve para subsistir
o tan solo embriaga
los estados de ánimo
pasajeros,
es materia altamente
inflamable.
Y la sed de comprensión
no garantiza
el provecho.
Lo bello, además,
anda siempre
con muletas. Fruto
singular
de tantos accidentes.
Por eso, también le llega
el otoño al exceso
de florituras.
Fotografía: Julia D. Velázquez
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