Enamorarse de una alumna
es un error garrafal.
Ante todo, porque casi nunca
va a ninguna parte.
Y dejando al margen consideraciones
de índole moral que no suelen revestir
mayor interés,
lo peor son las secuelas que deja
muchos años más tarde, cuando
ella todavía te sonríe y te manda
ambiguas cartas de amor.
Fotografía: Miguel A. Martínez
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