Enseguida descubrimos
que el amor no era una pieza
más de nuestros engranajes.
Tan pronto nos deleitaba
como nos era sustraído
sin compasión. En ese tira
y afloja, en ganar o perder,
residía su naturaleza
oscura e inconstante,
su perfil de abismo.
Apenas comercio o
igualdad. Más, unos planos
de obra, erigir tabiques,
cimientos, estructuras
móviles. Y habitar después
y durante. En esas elecciones
consistía todo y todo estaba
por hacer. El amor, al fin,
también sujeto a proyectos
temporales y a mudanza.
Fotografía: Miguel A. Martínez
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