Al menos están los museos,
un pelín desfasados en cuanto
a formas, o esas placas
en conmemoración de los caídos
por las más variadas causas,
y las ajadas fotografías,
las luchas y las derrotas
resoplándonos en la nuca.
Cuánto se puede matar,
lo mucho que se sigue
ejecutando, la de veces
que los asesinos se fueron
de rositas a sus propios
lechos mortuorios, mientras
las víctimas y los sin nombre
y los números y en los libros
escolares, quién sabe
dónde.
La historia de las infamias
encubiertas y de tanta
y sistemática crueldad,
el eterno retorno de la
misma noción de
aniquilamiento,
alargadas sombras
de las luces, cuerpos
mutilados, nuestra
raíz, la política de lo
primario.
Y luego están las legiones
regulares y la amnesia
conveniente, celebrar
sin pudor las engañifas
del progreso, repetir
los moldes, desquiciarse,
banalizar, es demasiado pronto,
aunque duela, para pasar
página.
Fotografía: Miguel A. Martínez
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