No necesitaba fumar
ni emborracharme
ni deambular contra
el sueño por calles
desiertas hasta que
cerraban los bares,
no intenté suicidarme
ni tener broncas
o peleas de estúpida
virilidad, no mandé
a la mierda a mis jefes
tantas veces como se
lo merecieron,
no me vengué jamás
de mis ex, ni siquiera
en justa correspondencia,
no dilapidé la fortuna
que, además, no tuve.
Y, sin embargo, por
muchas otras razones,
permanezco en el mismo
lado salvaje.
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