Me preguntas acerca
de mis intimidades
como si fuera sencillo
enunciarlas sin
balbucear,
sin temblar
como el árbol
sacudido por el tren
que pasa a su lado.
Sabes que me duele
el niño que sollozaba,
todavía,
después de tanto tiempo.
Que me duelen
los dolores ajenos
y su grito
tan a menudo
insoportable.
Sabes, por último,
que me duele
la conciencia
de la soledad aterida,
la no deseada,
la que permanece
como los posos
y precipitados
en el líquido
de esta vida
turbulenta
con tantas compañías
aparentes.
Lo que me entusiasma
prefiero que lo descubramos
juntos.
Fotografía: Anja Bührer
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