Nada estaba escrito.
Yo tampoco imaginé
que acabaría con mis huesos
en este clima subtropical.
Ni que pasearía
con mis ideas ausentes
entre edificios vertiginosos.
Ahora sé
que nunca arriesgamos demasiado.
Y que siempre he confiado
en las causas perdidas.
Aunque estos viajes espectrales
a las antípodas del mundo
no se elijan al azar,
al menos podréis entenderme.
Y seguiré escribiendo en este vacío.
Y vuestra casa, hecha de materiales simples
con las manos más justas,
la hallaréis en muchos lugares
aún por reconocer.
Fotografía: Sebastiao Salgado
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